miércoles, 10 de marzo de 2010

Riámonos un rato

Buenas!
A propósito con el tema del trabajo de este trimestre "La Globalización", os dejo el siguiente chiste, ¡que lleva este término a lo más alto! y nunca mejor dicho. Aunque no estaría nada mal que realmente fueran así las cosas, ya fueran de vez en cuando...
Bueno, a echar unas risas =)!

Había una vez, en un pueblo, dos hombres que se llamaban Joaquín González. Uno era sacerdote y el otro era taxista.
Quiere el destino que los dos mueran el mismo día. Entonces, llegan al cielo, donde les espera San Pedro.
-¿Tu nombre? - pregunta San Pedro al primero.
- Joaquín González.
- ¿El sacerdote?
- No, no; el taxista.
San Pedro consulta su planilla y dice:
- Bueno, te has ganado el Paraíso. Te corresponden estas túnicas de seda con hilos de oro y esta vara de platino con incrustaciones de rubíes.
Puedes pasar.
- Gracias, gracias... - dice el taxista.
Pasan dos personas más, y luego le toca el turno al otro Joaquín, quien había presenciado la entrada de su paisano.
- ¿Tu nombre?
- Joaquín González.
- ¿El sacerdote?
- Sí.
- Muy bien, hijo mío. Te has ganado el Paraíso. Te corresponde esta bata de poliester y esta vara de plástico.
El sacerdote dice:
- Perdón, no es por presumir, pero... debe haber un error. ¡Yo soy Joaquín González, el sacerdote!
- Sí, hijo mío, te has ganado el Paraíso, te corresponde la bata de...
- ¡No, no puede ser! Yo conozco al otro señor, era un taxista, vivía en mi pueblo, ¡era un desastre como taxista! Se subía a las aceras, chocaba todos los días, una vez se estrelló contra una casa, conducía muy mal, tiraba los postes de alumbrado, se llevaba todo por delante. Y yo me pasé cincuenta años de mi vida predicando todos los domingos en la parroquia. ¿Cómo puede ser que a él le toque una túnica con hilos de oro y vara de platino y a mí esto? ¡Debe haber un error!
- No, no es ningún error- dice San Pedro. Lo que pasa es que aquí en el cielo ha llegado la globalizacion con sus nuevos enfoques administrativos. Nosotros ya no hacemos las evaluaciones como antes.
- ¿Cómo? No entiendo...
- Claro, ahora nos manejamos por objetivos y resultados. Mira, te voy a explicar tu caso y lo entenderás enseguida: durante los últimos cincuenta años, cada vez que tú predicabas, la gente se dormía; pero cada vez que el taxista conducía, la gente rezaba y se acordaba de Dios. Entonces, ¿quién vendía más nuestros servicios?... Nos interesan los resultados, hijo mío. ¡Re - sul - ta - dos!

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